El Toledo de Cossío y la Institución Libre de Enseñanza

«Toledo es la ciudad que ofrece el conjunto más acabado y característico de todo lo que han sido la tierra y la civilización genuinamente españolas.
Por esto, el viajero que disponga de un solo día en España, debe gastarlo sin vacilar en ver Toledo».
«Ver Toledo, y en Toledo, al Greco».
Manuel B. Cossío

Ignacio Zuloaga, Paisaje claro de Toledo, 1932. Óleo sobre lienzo. Museo Ignacio Zuloaga, Castillo de Pedraza. Ignacio Zuloaga, Paisaje claro de Toledo, 1932. Óleo sobre lienzo. Museo Ignacio Zuloaga, Castillo de Pedraza.
Benjamín Palencia, Toledo de noche, 1930. Óleo sobre lienzo. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid. Benjamín Palencia, Toledo de noche, 1930. Óleo sobre lienzo. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid.

La importancia histórica, artística y monumental de la ciudad de Toledo la convirtieron en una síntesis de las búsquedas ideológicas, espirituales y estéticas de toda una pléyade de intelectuales y artistas, tanto españoles como extranjeros, que hicieron de su imagen un lugar de memoria y un paisaje colectivo de claras resonancias en la construcción de la España liberal.
Manuel B. Cossío afirmó que fueron Juan Facundo Riaño y José Fernández Jiménez, ambos amigos de Giner desde sus años universitarios en Granada, quienes le enseñaron a «ver Toledo, y en Toledo, al Greco».

Desde entonces, Toledo es para Cossío «la ciudad que ofrece el conjunto más acabado y característico de todo lo que han sido la tierra y la civilización genuinamente españolas..., el resumen más perfecto, más brillante y más sugestivo de la historia patria».
Desde sus orígenes, la Institución Libre de Enseñanza la incluyó como destino principal de sus programas de excursiones, que comenzaron en 1879 e hicieron de la ciudad del Tajo un lugar de peregrinación sólo comparable a la sierra de Guadarrama.
Al mismo tiempo, Toledo y su paisaje estuvieron muy presentes en el quehacer artístico de pintores como Carlos de Haes, Aureliano de Beruete, Joaquín Sorolla, Cecilio Pizarro —nacido en Toledo— o Ricardo Arredondo, afincado en la ciudad. De hecho, Toledo es motivo frecuente en la pintura realizada entre los dos siglos, cuando el redescubrimiento del Greco atrajo allí a los más destacados artistas, tanto españoles como extranjeros.

Este largo proceso de valoración simbólica y patrimonial de Toledo (y de la pintura del Greco) da sus primeros pasos con la visión pintoresca y romántica de los viajeros europeos del siglo XIX —que acudieron a la ciudad atraídos por su singularidad geográfica, histórica y monumental—, y culmina con las aportaciones de algunos intelectuales, escritores y artistas de la Edad de Plata.
Azorín, Baroja, Galdós o Pardo Bazán contribuyeron con su prosa, como también lo haría Rilke con su poesía, al imaginario de la ciudad, e hicieron de la excursión a Toledo un viaje iniciático y fundacional para toda la generación regeneracionista del cambio de siglo, al que también se unieron nombres como Ignacio Zuloaga.

Cossío y la tradición liberal

«Todos somos artistas; todos tenemos el deber, no sólo de despertar nuestra actividad, sino de regirla conforme a sus leyes, al hacer y crear en cualquiera de las esferas de la vida».
Manuel B. Cossío

Un fraternal amigo de Manuel B. Cossío, el político socialista Julián Besteiro —alumno de la Institución Libre de Enseñanza—, estuvo estrechamente vinculado a Toledo, de cuyo instituto de bachillerato fue catedrático, e incluso llegó a ser concejal de su Ayuntamiento. Allí conoció también a Dolores Cebrián, profesora de la Escuela Normal de Maestras de Toledo, con quien contraería matrimonio.

Orden de Toledo en la Venta de Aires, Toledo, 1924. De izquierda a derecha, en la fotografía superior (realizada por Juan Vicéns), José Bello, José Moreno Villa, Luis Buñuel, José María Hinojosa (sentado), María Luisa González y Salvador Dalí; en la imagen inferior, José Bello, José Moreno Villa, María Luisa González, Luis Buñuel, Salvador Dalí y José María Hinojosa. Residencia de Estudiantes, Madrid. Reunión de la Orden de Toledo en la Venta de Aires, Toledo, 1924. De izquierda a derecha, en la fotografía superior (realizada por Juan Vicéns), José Bello, José Moreno Villa, Luis Buñuel, José María Hinojosa (sentado), María Luisa González y Salvador Dalí; en la imagen inferior, José Bello, José Moreno Villa, María Luisa González, Luis Buñuel, Salvador Dalí y José María Hinojosa. Residencia de Estudiantes, Madrid.

Desde otra perspectiva, los componentes de la Orden de Toledo, que integró a algunos miembros de la generación del 27 vinculados a la Residencia de Estudiantes, recogieron esa tradición intelectual y la hicieron suya, proyectándola en sus creaciones.

El médico, científico e intelectual liberal Gregorio Marañón mantiene también una fuerte relación con la ciudad, más dilatada en el tiempo, tras adquirir en 1922 el Cigarral de Menores. Su libro Elogio y nostalgia de Toledo (1941) narra esa relación con un lugar que se convierte en el trasfondo de toda una manera de ver y sentir la historia de España, que ha caracterizado a nuestra tradición liberal. Y su obra El Greco y Toledo (1956) constituye un fiel reflejo de esa completa fusión con la geografía de la ciudad, interpretada magistralmente por Marañón a través de la vida del Greco. En este libro, Marañón escribe sobre la monografía de Cossío dedicada al pintor: «es ya una obra clásica, no sólo por razón cronológica y por su serenidad, sino por su permanente eficacia magistral».