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  BUCEANDO 
                      EN LAS MATEMÁTICAS
  aseamos 
                      sobre las rocas en una cala de Almería. El mar está 
                      tranquilo y transparente, y podemos vislumbrar en su fondo 
                      arrecifes de corales y bosques de algas. Atraídos 
                      por su belleza y desando ver más, nos metemos en 
                      el agua. ¡Qué desilusión! Una vez bajo 
                      la superficie, no vemos más que manchas borrosas 
                      y sombras. Pero si nos ponemos unas gafas de bucear, entonces 
                      nuestros ojos pueden funcionar más allá de 
                      sus límites naturales, y el mundo bajo el agua se 
                      vuelve nítido y mucho más bello aún 
                      de lo que nos parecía desde fuera. Algo parecido 
                      ocurre con las matemáticas: o se ven o no se ven, 
                      y para verlas se necesitan lentes mentales especiales y 
                      entrenamiento en mirar a través de ellas. Pero si 
                      son muchos los que, seducidos por las maravillas que se 
                      adivinan bajo la superficie de las aguas o por las excelentes 
                      fotografías de fondos marinos, se animan a hacerse 
                      con unas gafas de bucear, son muy pocos los que tienen la 
                      suerte de que un buen maestro o un buen amigo los lleve 
                      a la orilla adecuada desde la que poder disfrutar con los 
                      tesoros que el océano matemático esconde en 
                      sus aguas, y muchos menos los que tiene la ocasión 
                      y la paciencia para construirse unas gafas adecuadas con 
                      las que bucear entre ellos. Estas son, probablemente, las 
                      dos dificultades mayores con las que nos enfrentamos quienes 
                      nos dedicamos a la transmisión de las matemáticas. 
                      La primera es que, para poder ver los fondos matemáticos, 
                      no todas las orillas valen: hay que conocer los lugares 
                      desde donde mirar; y la segunda, que nadie vende las gafas 
                      adecuadas para sumergirse en ellos; cada cual ha de construirse 
                      a medida las suyas propias.
 Durante los años de bachillerato, las clases de 
                      matemáticas de Pilar Cela dibujaron en mi mente bocetos 
                      y formas de hermosas construcciones de álgebra y 
                      geometría que me hicieron disfrutar enormemente. 
                      Al llegar a la universidad, y sin pensármelo dos 
                      veces, me tiré de cabeza en las aguas matemáticas 
                      del siglo XX. ¡Menudo chasco me llevé! Pasaba 
                      horas en la biblioteca de la facultad intentando descifrar 
                      libros y artículos sin ningún éxito; 
                      no entendía nada de nada. Me costó tiempo 
                      caer en la cuenta de que me había metido en un océano 
                      abstracto y que necesitaba hacerme con unas lentes mentales 
                      apropiadas si quería ver en él. Aún 
                      más tiempo me llevó comprender que las matemáticas 
                      del bachillerato me habían entrenado para mirar y 
                      pensar llevando puestas como gafas estructuras matemáticas 
                      desarrolladas no después del siglo XVIII, y que estas 
                      lentes no sólo no me servían ante las matemáticas 
                      más recientes, sino que con frecuencia me cegaban 
                      (lo mismo, por cierto, les ocurre a los alumnos de hoy). 
                      En aquellos años lo que no encontraba en libros se 
                      lo preguntaba a mis amigos, y el único amigo a quien 
                      interesaron entonces mis preguntas y reflexiones sobre las 
                      distintas gafas mentales, José Luis Alexanco, resultó 
                      ser pintor. Las conversaciones con José me llevaron, 
                      de manera casi automática, a buscar en el arte imágenes 
                      con las que ilustrar mis reflexiones y preguntas, y lo que 
                      comenzó como búsqueda de un lenguaje común 
                      con un amigo se fue convirtiendo con el tiempo en una herramienta 
                      valiosa para comprender las estructuras matemáticas 
                      contemporáneas. Así, a lo largo de los años 
                      y desde mis primeros esfuerzos como estudiante, cuadros, 
                      esculturas y piezas artísticas de todo tipo (conceptuales 
                      incluidas), me han servido frecuentemente como referencia 
                      para ilustrarme a mí misma los nuevos conceptos matemáticos 
                      que con que me he ido encarando. 
   Durante el curso académico 1995-1996, yo debía 
                      explicar a un grupo de alumnos de tercero de la Facultad 
                      de Matemáticas de la Universidad Complutense de Madrid 
                      lo que son las estructuras algebraicas, cómo se construyen, 
                      para qué sirven y algunos de los ejemplos más 
                      sencillos, como los grupos y los anillos. Llevaba varios 
                      meses intentándolo sin éxito y por primera 
                      vez desde que empezara a dar clase en la universidad me 
                      hallaba totalmente atascada. Claramente, no estaba siendo 
                      capaz de transmitir a través de las palabras o la 
                      pizarra las imágenes que tenía en la cabeza. 
                      Necesitaba encontrar otro punto de vista, otra orilla desde 
                      la que señalar a mis alumnos lo que quería 
                      que viesen. Durante las vacaciones de Navidad de aquel año 
                      fui a visitar a una hermana a Nueva York. Vivíamos 
                      en la esquina de West Park Avenue con la calle 94; yo iba 
                      caminando todas las mañanas hasta el Museo de Ciencias, 
                      en el lado oeste de Central Park, y mientras andaba reflexionaba 
                      sobre cómo resolver el evidente problema de comunicación 
                      que tenía con mis alumnos de Madrid. Una noche, una 
                      tormenta de nieve cayó sobre la ciudad, y al día 
                      siguiente el Ayuntamiento canceló todos los autobuses 
                      y líneas de metro. Bajé por la calle Amsterdam, 
                      fascinada por las luces y las formas. Parecía como 
                      si estuviésemos flotando sobre una nube y viviendo 
                      en un mundo de ensueño sin líneas rectas; 
                      todas las referencias usuales habían desaparecido. 
                      Tal era la fascinación que la falta de rectas ejercía 
                      sobre mí que me olvidé por completo del Museo 
                      de Ciencias y seguí caminando sin prestar atención 
                      a la dirección en que lo hacía. En algún 
                      momento me encontré frente al Museo de Arte Moderno, 
                      y escuché la voz de un hombre que detrás de 
                      mí explicaba: "La entrada al museo es gratis 
                      hoy debido a la nieve". Entré, y seguí 
                      a un grupo de adolescentes, que me llevaron hasta una exposición 
                      antológica de Mondrian.  La exposición comenzaba con sus series de árboles. 
                      En el primer cuadro, dibujado en 1908 con témpera 
                      azul y negra sobre cartón, se reconocía con 
                      facilidad uno de esos árboles que se levantan solitarios 
                      en mitad de un campo de cultivo. En los últimos, 
                      de 1913, sólo aparecían un montón de 
                      trazos negros horizontales y verticales, con alguna mancha 
                      de color ocre y alguna curva aquí y allá. 
                      Quedé como petrificada en mitad de la sala. El proceso 
                      que reflejaban los cuadros que tenía ante mis ojos 
                      ilustraba con precisión el que yo llevaba meses intentando 
                      describir a mis alumnos. Estaba segura de que si pudiese 
                      llevarlos hasta allí lo entenderían inmediatamente. 
                      Saqué del bolso el cuaderno y los lapiceros y me 
                      puse a dibujar los cuadros. Ya que no podía llevar 
                      a mis alumnos hasta Mondrian, llevaría a Mondrian 
                      hasta mis alumnos (figs. 1, 2, 3). Mientras dibujaba iba contándome a mí misma, 
                      y de paso a unos alumnos imaginarios, lo que estaba viendo: 
                      "Mondrian busca hacer abstracción de todo lo 
                      que no es la estructura interna del árbol, ignorar 
                      las hojas, los colores, la estación del año... 
                      Nada de eso aparece descrito en los últimos lienzos, 
                      en los que sólo nos muestra el esqueleto de líneas 
                      que subyace a un árbol y que describe las relaciones 
                      de proporción entre las ramas y su dirección". 
                      Con la certidumbre de saberme ante la solución a 
                      mi problema, seguí caminando por la exposición. 
                      Unas salas más adelante encontré la misma 
                      búsqueda del esqueleto en las series sobre fachadas 
                      y malecones. Continué hablándome a mí 
                      misma: "Siguiendo un proceso en esencia análogo 
                      al de los matemáticos en su búsqueda de estructuras, 
                      Mondrian sólo presta atención a lo que es 
                      permanente; quiere extraer lo que es general, universal, 
                      de entre lo que es particular. Entre la confusa multiplicidad 
                      de formas que el ojo percibe (en un árbol o una fachada 
                      de iglesia, por ejemplo), elige unas cuantas líneas 
                      como guía. Este proceso lo lleva gradualmente a la 
                      posición extrema de mantener como único contenido 
                      formal del cuadro una cuantas líneas verticales y 
                      horizontales. Deja detrás cualquier referencia que 
                      permita al observador identificar lo que ve con algo que 
                      conoce. Busca lo inmutable".
 Salí del museo y seguí caminando. Mondrian 
                      me serviría para ilustrar en qué consiste 
                      la búsqueda de las estructuras que caracterizan a 
                      los distintos objetos, pero, ¿cómo hacer ver 
                      que son necesarias? Por supuesto, una vez construidas basta 
                      con utilizarlas para darse cuenta de su utilidad, pero desarrollar 
                      algunas de las estructuras matemáticas que tenía 
                      in mente iba a requerir de muchas horas de trabajo 
                      por parte de mis alumnos, un trabajo difícil que 
                      les resultaría mucho más llevadero si tuviesen 
                      alguna idea, por intuitiva que fuese, de qué andaban 
                      construyendo. Mientras daba vueltas en la cabeza a estas cuestiones miraba 
                      a mi alrededor. Tras varias horas de sol, la nieve había 
                      comenzado a derretirse, y entre las suaves superficies blancas 
                      empezaban a emerger, a veces con apariencia de andamios, 
                      a veces con aspecto de esqueletos, las esquinas de los edificios. 
                      Yo buscaba cómo explicar a mis alumnos la estructura 
                      que, formada por rectas, nos ayuda a identificar y estudiar 
                      ciertas curvas. De nuevo tenía ante mis ojos una 
                      ilustración del proceso. Lo paradójico de 
                      la situación me hizo sonreír: gracias a la 
                      nieve, la manera de explicarles cómo mirar la estructura 
                      que subyace a algunas curvas se me estaba ocurriendo en 
                      una ciudad cuyos edificios trazan una línea que combina 
                      casi exclusivamente segmentos rectilíneos. Volví 
                      a imaginarme ante mis alumnos: "Si intentamos trepar 
                      por una, cúpula nos resbalamos. Necesitamos construir 
                      un andamio, peldaños en los que apoyar de manera 
                      segura los pies. Necesitamos de una estructura que nos sustente". La búsqueda de estructuras con las que describir 
                      y estudiar objetos que en un primer momento nos aparecen 
                      como inmanejables es una de las actividades que caracteriza 
                      a la matemática el siglo XX. La construcción 
                      de estas estructuras requiere lo que llamamos un proceso 
                      de abstracción, entendiendo por abstracción 
                      distinguir entre lo que es particular (esta cabeza) y lo 
                      que es general (cabezas). Si llevamos esta definición 
                      a la pintura, serán cuadros abstractos los de Cézanne 
                      o Mondrian. Cézanne se encara con una montaña, 
                      por ejemplo, y aspira a representar aquello que nos hace 
                      reconocer la montaña como tal, independientemente 
                      de si la montaña está cubierta de árboles, 
                      piedras o nieve, o desnuda. Hace abstracción de lo 
                      concreto en la montaña que mira y dibuja la estructura 
                      externa, el volumen o contorno que nos permite reconocer 
                      el objeto universal "montaña". La estrategia 
                      seguida por Mondrian para llevar a cabo el mismo proceso 
                      -la identificación de una estructura que permita 
                      prescindir de lo concreto en un objeto y quedarnos con lo 
                      que es inmutable en él, lo que caracteriza a todos 
                      los objetos de su misma naturaleza- es la opuesta. Toma 
                      un árbol, por ejemplo, e ignora todo en él 
                      salvo las líneas dibujadas por sus ramas, el esqueleto 
                      cuyas proporciones y direcciones nos permiten reconocer 
                      que estamos ante la estructura interna de un árbol. 
                      Cézanne dibuja volúmenes, andamios; Mondrian, 
                      esqueletos.  Como en el caso de la pintura, el proceso de abstracción 
                      en matemáticas supone la construcción de estructuras 
                      asociadas a los objetos concretos, estructuras que nos permiten 
                      describir lo universal en estos objetos, eso que es característico 
                      no de cada uno de ellos en particular, sino de todos los 
                      objetos de su misma especie. Hay muchos tipos de estructuras 
                      matemáticas, y en un primer acercamiento, podríamos 
                      clasificarlas, como en el caso de la pintura, en dos grupos: 
                      externas e internas. Las estructuras externas son andamios 
                      que nos permiten percibir un objeto en toda su extensión, 
                      de manera que podamos compararlo con otros y decidir "de 
                      un vistazo" si son o no de la misma naturaleza. Las 
                      estructuras internas son los esqueletos que subyacen y caracterizan 
                      a los objetos, y nos permiten identificarlos y aritmetizarlos, 
                      es decir, medir en ellos.  Una de las estructuras matemáticas más hermosas 
                      es la que se construye a partir de un enlosetado. Se trata 
                      de una especie de andamio externo reconocible a primera 
                      vista. Pensemos en los cuadros de Cézanne. Es fácil, 
                      al mirarlos, darse cuenta de que esas líneas negras, 
                      gruesas y discontinuas que hay frente a nosotros representan 
                      una montaña. En los cuadros de Cézanne la 
                      relación entre las estructuras, los andamios que 
                      vemos, y los objetos asociados a ellos es obvia, ya que 
                      estas estructuras están basadas en los contornos 
                      externos de los objetos, en relaciones que el ojo percibe 
                      inmediatamente. Lo mismo ocurre con las estructuras que 
                      subyacen a los arabescos de la Alhambra de Granada, por 
                      ejemplo. Si observamos sus muros con atención, no 
                      tardamos mucho tiempo en reconocer sus simetrías 
                      e incluso en poder comparar unas con otras. (Por su parte, 
                      las estructuras internas, los esqueletos, no son tan fáciles 
                      de reconocer. Ni en matemáticas ni en pintura. Ni 
                      es tan fácil entender el proceso de su construcción. 
                      Con frecuencia, mantener in mente el proceso seguido por 
                      Mondrian en sus cuadros nos ayudará a no perder el 
                      hilo de la construcción matemática.)  Todos hemos disfrutado alguna vez con los grabados de M. 
                      C. Escher y nos hemos preguntado qué tendría 
                      en la cabeza cuando dibujaba aquellas formas. La respuesta 
                      es fácil: matemáticas. En 1936 Escher viajó 
                      a Granada, y los muros de la Alhambra le causaron una honda 
                      impresión. En esa época el artista gráfico 
                      holandés intentaba encontrar formas animales con 
                      las que recubrir superficies planas, y los arabescos granadinos 
                      parecían esconder las claves que buscaba. Un año 
                      más tarde descubre el artículo del matemático 
                      húngaro George Pólya titulado "Über 
                      die Analogie der Krystallsymmetrie der Ebene" ("Sobre 
                      la analogía de la simetría cristalina en el 
                      plano" [5]. En este 
                      trabajo, Pólya describe matemáticamente la 
                      clasificación de los grupos de simetría bidimensionales 
                      y, en concreto, explica con detalle cómo las aparentemente 
                      infinitas maneras de recubrir una superficie plana con losetas 
                      en forma de paralelogramo se reducen esencialmente a 17, 
                      dando ejemplos gráficos de cada una de ellas (fig. 
                      4). En el trabajo de Pólya, Escher encontró 
                      la clave que buscaba para entender los muros de la Alhambra 
                      -que ofrecen un catálogo completo de las 17 posibilidades-, 
                      lo que le permitió desarrollar sus propias reglas 
                      para construir simetrías planas y realizar los impresionantes 
                      grabados que todos conocemos (Escher recogió sus 
                      reglas en un enorme cuaderno que tituló "División 
                      regular de un plano con polígonos asimétricos 
                      regulares").  Reflexionemos un poquito sobre el trabajo de Pólya. 
                      La manera más fácil de recubrir una superficie 
                      plana con un diseño es elegir un dibujo inicial en 
                      forma de paralelogramo y repetirlo de alguna manera sistemática 
                      por toda ella. Los alicatados que suelen ponerse en las 
                      paredes de cuartos de baño y cocinas, por ejemplo, 
                      tienen por lo general una trama muy sencilla: existe una 
                      loseta inicial en forma de paralelogramo que se ha trasladado 
                      en todas las direcciones posibles hasta recubrir por completo 
                      la pared. Esta trama, esta estructura construida a base 
                      de trasladar en todas las direcciones un paralelogramo inicial, 
                      supone la manera más fácil de cubrir toda 
                      una pared a partir de una loseta inicial. Pero no es la 
                      única. Podríamos hacer girar repetidamente 
                      el paralelogramo inicial sobre uno de sus ángulos 
                      y obtener un diseño estrellado, o reflejarlo en un 
                      espejo imaginario y obtener su imagen especular.  Si quisiésemos dar a alguien instrucciones precisas 
                      para cubrir toda una pared a partir de un paralelogramo, 
                      sólo tendríamos que dar a esta persona dos 
                      cosas (llamadas, juntas, la estructura del recubrimiento): 
                      una loseta inicial en forma de paralelogramo, con su dibujo, 
                      y las transformaciones a las que se ha de someter este paralelogramo 
                      inicial para cubrir con él la pared. Distintas transformaciones de la loseta inicial dan lugar 
                      a distintos recubrimientos de una pared. El dibujo que haya 
                      dentro de la loseta inicial es anecdótico y resulta 
                      irrelevante cuando se trata de resolver el problema de la 
                      clasificación de los recubrimientos de una superficie 
                      plana. En matemáticas interesa especialmente estudiar 
                      aquellos recubrimientos que se obtienen a partir de un paralelogramo 
                      inicial sometido tan solo a traslaciones (desplazamientos 
                      en una dirección fija), giros y reflexiones (imágenes 
                      especulares), es decir, a transformaciones que no lo cambian 
                      de tamaño. La razón es que las estructuras 
                      así obtenidas, que llamaremos enlosetados 
                      por razones obvias, son la versión bidimensional 
                      de las estructuras (tridimensionales) que se encuentran 
                      en la mayoría de los cristales en la naturaleza. 
                     La primera pregunta a la que hay que responder es, naturalmente: 
                      ¿de cuántas maneras distintas podemos enlosetar 
                      una pared? Para poder estudiarlo hay que empezar por distinguir 
                      entre un enlosetado y otro, y luego contar cuántos 
                      hay. Dos enlosetados se consideran distintos si se han obtenido 
                      sometiendo las losetas iniciales de cada uno de ellos a 
                      transformaciones distintas, y se consideran esencialmente 
                      el mismo enlosetado si se han obtenido sometiendo la loseta 
                      inicial de cada uno de ellos a idénticas transformaciones. 
                      Si queremos comparar dos recubrimientos hechos por nosotros 
                      mismos, es fácil saber si son distintos o no, pues 
                      conocemos las transformaciones que hemos llevado a cabo 
                      con la loseta inicial de cada uno de ellos. Sin embargo, 
                      cuando se trata de comparar enlosetados construidos por 
                      otros necesitamos poder identificar a qué transformaciones 
                      han sido sometidas las losetas iniciales de cada uno de 
                      ellos. Estas transformaciones se identifican a través 
                      de las simetrías del enlosetado.  En matemáticas llamamos simetrías de un 
                      objeto a los movimientos de este objeto que no lo alteran 
                      en tamaño ni forma. Pensemos en un enlosetado cualquiera. 
                      Hay un dibujo inicial dentro de un paralelogramo que se 
                      ha ido reproduciendo sobre la superficie. De esta manera, 
                      cualquiera de los trazos o puntos del dibujo inicial vuelve 
                      a aparecer muchas veces en el enlosetado. Tantas como veces 
                      se haya vuelto a copiar el dibujo y el paralelogramo inicial 
                      para obtener el enlosetado. Las simetrías del enlosetado 
                      se obtienen de la siguiente manera: primero calcamos el 
                      enlosetado sobre papel transparente imaginario, y luego 
                      vamos desplazando esta reproducción sobre el dibujo 
                      inicial intentando hacer casar las distintas copias del 
                      paralelogramo inicial. Un papel puede moverse esencialmente 
                      de tres maneras sobre una superficie: puede ser trasladado 
                      en una dirección constante, puede ser girado, o se 
                      le puede dar la vuelta. No hay más posibilidades. 
                      Para identificar las simetrías de nuestro enlosetado 
                      no tenemos más que buscar entre estos tres movimientos- 
                      traslaciones, giros y reflexiones- aquellos que permiten 
                      desplazar la reproducción transparente imaginaria 
                      sobre la superficie del enlosetado original de tal manera 
                      que los dibujos en ambos sigan encajando uno con otro. A 
                      estos movimientos los llamamos las simetrías del 
                      enlosetado, y la expresión que se suele utilizar 
                      en matemáticas para describir este "proceso 
                      mental" de desplazar una copia transparente imaginaria 
                      sobre la superficie de un enlosetado de tal forma que los 
                      diseños encajen es el de "hacer actuar una simetría". 
                      Hacer actuar un giro sobre un enslosetado, por ejemplo, 
                      consiste en imaginamos una copia transparente del enlosetado 
                      que se despega, como si de una piel se tratase, gira y vuelve 
                      a encajarse en el enlosetado como si nada hubiese pasado. 
                      Las 
                      simetrías del enlosetado se corresponden exactamente 
                      con las transformaciones del paralelogramo inicial que han 
                      dado lugar al enlosetado. Si para obtener el enlosetado 
                      la loseta inicial fue sometida a una traslación, 
                      esta traslación aparecerá entre las simetrías 
                      del enlosetado; si se giró la loseta tantos grados 
                      en tal dirección, tendrá un giro de tantos 
                      grados y en tal dirección como simetría; y, 
                      finalmente, si se la reflejó con respecto a un eje 
                      imaginario, la reflexión respecto a ese eje aparecerá 
                      entre sus simetrías. Cada transformación de 
                      la loseta inicial da lugar a una simetría del enlosetado, 
                      y cada simetría del enlosetado viene de una transformación 
                      de la loseta inicial. A efectos prácticos, esta correspondencia 
                      entre transformaciones y simetrías nos dice que para 
                      describir la estructura de un enlosetado (las transformaciones 
                      que se han de llevar a cabo en la loseta básica para 
                      obtener el enlosetado) basta con describir sus simetrías. 
                      Hagámoslo.
 Un hecho fácil de comprobar es que si hacemos actuar 
                      sucesivamente dos simetrías de un enlosetado, obtenemos 
                      una tercera simetría de él. Por ejemplo, si 
                      llevamos a cabo primero una traslación de dirección 
                      horizontal que sea simetría de un enlosetado, y a 
                      continuación otra de dirección vertical que 
                      también sea una simetría del enlosetado, obtenemos 
                      una traslación de dirección diagonal, también 
                      simetría del enlosetado.  En general, la regla de "actuación sucesiva" 
                      nos permite combinar las simetrías de un enlosetado 
                      Esta regla de combinación tiene las siguientes propiedades:
  
                        i. Si combinamos dos simetrías de un enlosetado 
                        haciendo actuar primero una y luego otra sobre él, 
                        producimos una tercera simetría de enlosetado. 
                        Por ejemplo, una traslación horizontal, seguida 
                        de una vertical, dan lugar a una traslación diagonal.
 ii. Dada cualquier simetría de un enlosetado, el 
                        movimiento que la "deshace" resulta ser siempre 
                        otra simetría del enlosetado. Por ejemplo, el movimiento 
                        que deshace un giro de noventa grados alrededor de un 
                        punto en la dirección de las agujas del reloj, 
                        es el giro de noventa grados alrededor de ese mismo punto 
                        y en dirección contraria a lasa de las agujas del 
                        reloj.
 
 iii. Si tenemos tres simetrías cualesquiera de 
                        un enlosetado, no importa si hacemos actuar primero la 
                        primera y a continuación la simetría que 
                        se obtiene al combinar la segunda con la tercera, o si 
                        primero combinamos las dos primeras y a continuación 
                        hacemos actuar la tercera, pues el efecto sobre el enlosetado 
                        será el mismo.
 
 iv. Finalmente, si tenemos dos simetrías de un 
                        enlosetado, da lo mismo el orden en que las hagamos actuar 
                        una después de la otra,
 Son muy, muy frecuentes en matemáticas las estructuras 
                      que consisten en un conjunto de objetos y una regla para 
                      combinar sus elementos i-iv. Tan frecuentes que tienen nombre 
                      propio: grupos conmutativos. Dicho con otras palabras, siempre 
                      que nos encontremos ante un conjunto de elementos y una 
                      regla de combinación de sus elementos que verifique 
                      las propiedades i-iv diremos que estamos ante un grupo conmutativo, 
                      o bien que el conjunto y su regla de combinación 
                      forman (tienen) una estructura de grupo conmutativo. 
                      Así pues, el conjunto de las simetrías de 
                      un enlosetado junto con la regla de combinación de 
                      "actuación sucesiva" forman una estructura 
                      de grupo conmutativo conocida como grupo de simetrías 
                      del enlosetado. Repasemos lo que hemos visto hasta ahora. La propiedad 
                      que caracteriza un enlosetado es la cantidad de simetrías 
                      que tiene, y esta información está codificada 
                      en la estructura asociada al enlosetado que acabamos de 
                      denominar su grupo de simetrías: los movimientos, 
                      combinados unos con otros, que dejan el dibujo del enlosetado 
                      invariante. Una vez que hemos identificado las simetrías 
                      de un enlosetado, tenemos totalmente identificado de qué 
                      tipo de enlosetado se trata, cómo ha sido construido 
                      exactamente, y cómo distinguirlo de otros enlosetados. 
                      La estructura dibujada por Cézanne para describir 
                      una montaña es compartida por todas las montañas 
                      del mismo tipo (mismo material, misma zona geográfica, 
                      misma forma, etc.). Análogamente, esta estructura 
                      que llamamos grupo de simetrías no está asociada 
                      tan solo a un enlosetado, sino a toda la familia de enlosetados 
                      que se obtienen llevando a cabo las mismas transformaciones 
                      de una loseta inicial. Es una estructura que nos permite, 
                      al verla, reconocer el tipo de enlosetado ante el que estamos. 
                      Las estructuras de Cézanne nos permiten decir "mujer 
                      y gorda", "montaña y rocosa", etc.; 
                      los grupos de simetrías nos permiten hacer una caracterización 
                      similar de los enlosetados del plano. Si el grupo de simetrías 
                      de dos de ellos coincide, esto significa que han sido construidos 
                      de la misma manera, y por lo tanto son, conceptualmente 
                      hablando, el mismo tipo de objeto, el mismo tipo de enlosetado. Cuando, como en los ejemplos de los muros de la Alhambra 
                      o en los alicatados de una cocina, el enlosetado se ha obtenido 
                      a partir de una loseta básica, en forma de paralelogramo, 
                      sometida a distintas transformaciones, su grupo de simetrías 
                      contiene siempre traslaciones, y en tal caso nos encontramos 
                      ante un conjunto de simetrías con una estructura 
                      muy particular y muy frecuente en la naturaleza. A estas 
                      estructuras se las conoce como grupos cristalográficos 
                      planos, pues su versión tridimensional es la que 
                      encontramos como estructura en casi todos los cristales. 
                      Los grupos cristalográficos planos, esto es, los 
                      grupos de simetrías de los enlosetados obtenidos 
                      a partir de un paralelogramo inicial, son importantes en 
                      el estudio de la naturaleza. Por ejemplo, saber cuántos 
                      grupos cristalográficos planos existen permite clasificar 
                      muchas de las estructuras cristalinas que existen. Después 
                      de siglos de trabajo de miles de personas, los matemáticos 
                      Pólya y Nigli demostraron en 1924 que hay, como hemos 
                      señalado, exactamente 17 de estos grupos; dicho de 
                      otra manera, hay exactamente 17 maneras distintas de recubrir 
                      una superficie plana a partir de un paralelogramo inicial. 
                     Este tipo de recubrimientos se encuentran en todo el planeta: 
                      en diseños de telas y papeles, en relieves de madera, 
                      en decoraciones de paredes, etc. De los muchísimos 
                      ejemplos del uso de los enlosetados para decorar que podemos 
                      encontrar, hay uno que destaca como joya única: el 
                      de los arabescos del palacio de la Alhambra. Lo que hace 
                      tan especiales a los mosaicos de los muros y celosías 
                      de la Alhambra es que contienen ejemplos de las 17 maneras 
                      posibles de enlosetar un plano. Esto es, las paredes de 
                      la Alhambra nos ofrecen un catálogo completo de los 
                      posibles grupos cristalográficos planos, de hecho, 
                      el primero construido antes del siglo XX. La Alhambra demuestra, 
                      pues, que los árabes habían encontrado las 
                      17 maneras de construir enlosetados antes del siglo XIII. 
                      Sin embargo, se ha necesitado muchísimo tiempo, muchas 
                      matemáticas y un profundísimo proceso de abstracción 
                      para demostrar que estas 17 maneras son, de hecho, las únicas 
                      posibles.  Esta búsqueda de las estructuras que subyacen o 
                      sirven de andamio a los distintos fenómenos no es 
                      exclusiva de las matemáticas o la pintura, sino que 
                      de hecho caracteriza mucha de la actividad intelectual del 
                      siglo XX. Veamos algunos ejemplos, todos ellos relacionados 
                      en mayor o menor grado con las matemáticas.  En diciembre de 1977, el catedrático de Antropología 
                      social del Collège de France, Claude Lévi-Strauss, 
                      dio en la cadena CBC Radio de la Universidad de Toronto, 
                      bajo el título "Myth and Meaning", una 
                      serie de conferencias radiofónicas, publicadas posteriormente 
                      en forma de libro [3]. 
                      En ellas explicaba con ejemplos concretos las estructuras 
                      subyacentes a varios de los mitos de los nativos canadienses. 
                      La posibilidad planteada por Lévi-Strauss en este 
                      y otros trabajos de que el pensamiento sea estructural supuso 
                      una manera nueva de colocarse ante los mitos, cuentos y 
                      leyendas, una manera que nos permite entender cómo 
                      la tradición oral ha contribuido y aún contribuye 
                      a estructurar nuestros razonamientos cotidianos, esos razonamientos 
                      que, pulidos, dar lugar a las matemáticas. En los 
                      orígenes de los trabajos de Lévi-Strauss en 
                      esta dirección, se encuentra su colaboración 
                      con el matemático André Weil [7]. 
                      Cuando Lévi-Strauss y Weil se conocieron en Nueva 
                      York, en 1943, el primero llevaba tiempo analizando, sin 
                      llegar a entenderlas, las reglas con las que algunas tribus 
                      primitivas -i. e., sin escritura- decidían sus matrimonios. 
                      Al conocer a Weil, le mostró los datos que había 
                      acumulado y éste, utilizando las matemáticas, 
                      identificó la estructura subyacente a aquellos enlaces 
                      matrimoniales, que resultó ser un grupo conmutativo 
                      [8], comentarios a 1949a). En las sociedades estudiadas por Lévi-Strauss, todos 
                      los individuos, hombres y mujeres, están repartidos 
                      en clases, y la clase a la que pertenece cada individuo 
                      está determinada, según ciertas reglas fijas, 
                      por la clase a la que pertenecen sus progenitores. Las reglas 
                      matrimoniales indican, según la clase a la que pertenecen 
                      un hombre y una mujer, si el matrimonio entre ellos es posible 
                      o no. En tales sociedades ocurre además que la totalidad 
                      de los matrimonios posibles se pueden repartir en varios 
                      tipos; si, y es el caso más sencillo, el número 
                      de tipos posibles de matrimonios coincide con el número 
                      de clases en las que están repartidos los individuos 
                      de la sociedad, hay una fórmula única que, 
                      para un individuo de una clase dada, nos indica en qué 
                      clase puede elegir pareja con la que casarse. Si el número 
                      de tipos de matrimonios es mayor que el número de 
                      clases en las que está repartida la sociedad, las 
                      posibilidades de elección son mayores, y la traducción 
                      al lenguaje algebraico un poco más complicada. Veamos 
                      un ejemplo del caso más sencillo. Supongamos que 
                      en una sociedad mujeres y hombres están repartidos 
                      en cuatro clases A, B, C y D, y que la clase a la que pertenece 
                      cada individuo está determinada por la clase a la 
                      que pertenece su madre de la manera siguiente: las criaturas 
                      de una madre de la clase A, B, C, D pertenecen, respectivamente, 
                      a las clases B, C, D, A. Supongamos, también, que 
                      en tal sociedad hay cuatro tipos de matrimonios posibles, 
                      que denotaremos por M1, M2, M3 y M4, y que son los siguientes: 
                      M1, hombre clase A con mujer clase B; M2, hombre clase B 
                      con mujer clase C; M3, hombre de clase C con mujer de clase 
                      D; M4, hombre de clase D con mujer de clase A.  
                      La regla matrimonial que acabamos de describir satisface 
                        dos condiciones:i) cada individuo tiene derecho a elegir pareja en un 
                        único tipo de matrimonio;
 ii) el tipo de matrimonio en el que puede elegir un individuo 
                        depende exclusivamente de su sexo y del tipo de matrimonio 
                        en el que nació.
 Así pues, el tipo único de matrimonio que 
                      puede elegir una hija fruto de un matrimonio de tipo M1, 
                      M2, M3 o M4, depende de (es una función de, diríamos 
                      en matemáticas) M1, M2, M3 o M4, respectivamente, 
                      y siguiendo la notación matemática, lo denotamos 
                      por f(M1), f(M2), f(M3) y f(M4); análogamente, el 
                      tipo de matrimonio que puede contraer un hijo de una pareja 
                      de tipo M1, M2, M3 o M4 es una función de M1, M2, 
                      M3 o M4 que denotamos por g(M1), g(M2), g(M3) y g(M4). Con 
                      esta notación, la tabla de matrimonios posibles en 
                      esta sociedad es la siguiente: f(M1)=M2 f(M2)=M3 f(M3)=M4 
                      f(M4)=M1g(M1)=M3 g(M2)=M4 g(M3)=M1 g(M4)=M2;
 Al mirar esta tabla nos damos cuenta de que todos los tipos 
                      de matrimonios aparecen en todas las generaciones, ninguno 
                      se pierde. En el lenguaje matemático esto se expresa 
                      diciendo que las funciones f y g son permutaciones -reordenamientos- 
                      de M1, M2, M3 y M4. Para hallar los matrimonios posibles 
                      a lo largo de una cadena de generaciones, no tenemos más 
                      que ir haciendo actuar sucesivamente las permutaciones f 
                      y g. Las permutaciones, introducidas por Lagrange y Galois en 
                      el siglo XIX, están completamente clasificadas en 
                      matemáticas. El conjunto formado por todas las permutaciones 
                      posibles de un número determinado n de elementos 
                      (en nuestro caso n=4) con la regla de actuación sucesiva 
                      tiene exactamente las mismas propiedades i), ii), ii) y 
                      iv) que nos aparecieron al estudiar el conjunto de las simetrías 
                      de un enlosetado; se trata, pues, de una estructura de grupo. 
                      Los grupos de permutaciones de cuatro elementos están 
                      completamente clasificados, y esto nos permite, según 
                      las condiciones que verifiquen nuestras reglas de matrimonio, 
                      entenderlas e identificarlas. Por ejemplo, supongamos que 
                      en nuestra hipotética sociedad exigimos que todo 
                      hombre pueda casarse con la hija del hermano de su madre; 
                      si reflexionamos un poco sobre ello caemos en la cuenta 
                      de que esta exigencia traduce al lenguaje de las permutaciones 
                      en la condición: f(g(M1)=g(f(M1); f(g(M2)=g(f(M2); f(g(M3)=g(f(M3); 
                      f(g(M4)=M4. Sólo hay dos tipos de grupos de permutaciones de 
                      cuatro elementos que verifiquen todas las condiciones que 
                      verifica el grupo obtenido a partir de las permutaciones 
                      f y g de nuestro caso, lo que nos permite clasificar con 
                      gran facilidad ante qué tipo de sociedad nos encontramos. 
                      Este ejemplo (y cualquier otro de los descritos por Weil 
                      en [8]), ilustra la manera en que las reglas matrimoniales 
                      de ciertos tipos pueden ser descritas mediante cálculos 
                      algebraicos, y cómo el álgebra y la teoría 
                      de los grupos de permutaciones pueden facilitar el estudio 
                      y clasificación de fenómenos de la vida cotidiana. En 1917 Marchel Duchamp presentó en Nueva York, 
                      en el Armory Show, el primero de su llamados ready-mades, 
                      un orinal de porcelana que tituló Fuente. La pieza 
                      de Duchamp causó revuelo y escándalo en la 
                      comunidad artística, y muchos se preguntaron -y se 
                      siguen preguntando- qué tendría Duchamp en 
                      la cabeza al elegir semejante objeto como obra. Parece ser 
                      que matemáticas [2]. 
                      La escultora Rhonda Roland Shearer [6] 
                      y su marido, el biólogo Stephen Jay Gould, llevan 
                      años recogiendo datos que parecen indicar que los 
                      ready-mades de Duchamp y su obra más conocida, El 
                      gran vidrio, están inspirados en el ensayo La invención 
                      matemática, escrito por el matemático francés 
                      Henri Poincaré en 1908 [4]. 
                      A lo largo de su vida, Poincaré escribió varios 
                      libros de divulgación sobre matemáticas y 
                      ciencia. La invención matemática es una reflexión 
                      sobre la naturaleza de la creatividad en matemáticas 
                      y la manera en la que los "descubrimientos" matemáticos 
                      tienen lugar. No cabe duda de que Duchamp trabajó 
                      mucho este texto de Poincaré, del que tomó 
                      un montón de anotaciones que guardó en la 
                      Caja Verde que acompaña a El gran vidrio [2]. 
                      Para describir el tipo de matemáticas que el inconsciente 
                      produce, Poincaré forja la expresión ready-made, 
                      que aparece traducida en la versión castellana primero 
                      como todo hecho (pág. 53, l. 3) y, más adelante, 
                      como hecho (pág. 53, l. 9) Pablo Picasso estaba fascinado por los descubrimientos 
                      de las geometrías no euclídeas y en cuatro 
                      dimensiones llevados a cabo por los matemáticos del 
                      siglo XIX. La influencia que estos trabajos tuvieron en 
                      sus cuadros está muy bien documentada [1]. 
                      No es de sorprender que Picasso prestase atención 
                      a las estructuras geométricas matemáticas. 
                      Supongamos que tenemos delante de nosotros la cara de una 
                      persona de la que queremos dar una descripción lo 
                      más completa posible. Lo primero que hacemos es movernos 
                      en derredor suyo y observarla desde todos los ángulos 
                      posibles. Cuando fijamos la atención en su ojo izquierdo, 
                      el derecho nos aparecerá borroso. Para ver el segundo 
                      ojo, habremos de variar la dirección de nuestra mirada, 
                      y entonces será el ojo izquierdo el que veamos borroso. 
                      Y tampoco podremos disfrutar simultáneamente del 
                      perfil de su nariz y la palma de una de sus manos. Para 
                      poder ver la figura en su totalidad habremos de movernos, 
                      y al hacerlo obtendremos diversas imágenes parciales. 
                      Son estas imágenes parciales lo que llamamos datos 
                      locales. Reconstruir a continuación la figura como 
                      un todo único a partir de estos datos locales, dar 
                      lo que llamamos una descripción global del objeto 
                      de nuestro estudio, plantea de inmediato dos problemas. 
                      El primero, seleccionar de entre todos los datos locales 
                      un número suficiente, pero ciertamente finito, con 
                      los que trabajar. El segundo, cómo encolar de manera 
                      coherente en una imagen global única diversos datos 
                      locales. A lo largo del siglo XX, y equipados con las herramientas 
                      y estructuras desarrolladas en la época de Cézanne 
                      y Mondrian, pintores y matemáticos se enfrentaron 
                      a la tarea de dar una descripción global de un objeto 
                      a través de varias descripciones locales. El problema, 
                      tanto para los matemáticos como para los pintores, 
                      fue, es, cómo encolar las distintas descripciones 
                      locales de manera coherente y producir a partir de ellas 
                      una descripción global adecuada. Este paso de lo 
                      local a lo global, casi nunca único, pocas veces 
                      posible y con frecuencia no obvio, es precisamente uno de 
                      los grandes retos a los que se enfrenta mucha de la matemática 
                      contemporánea. Escher, un artista gráfico; Duchamp, un artista 
                      conceptual; Lévi-Strauss, un antropólogo; 
                      Picasso, un pintor. Cuatro ejemplos de creadores cuyas obras 
                      no pueden ser más distintas entre sí. ¿Qué 
                      hay en las matemáticas que pueda resultar de interés 
                      a todos ellos? Estructuras, andamiaje. Pólya permite 
                      a Escher identificar la estructura que subyace a los recubrimientos 
                      de un plano mediante losetas. Poincaré permite a 
                      Duchamp estructurar su trabajo al margen de las tradiciones 
                      artísticas convencionales. Weil permite a Lévi-Strauss 
                      identificar las reglas que rigen ciertas relaciones de parentesco, 
                      y la geometría permite a Picasso construir estructuras 
                      adecuadas sobre las que encolar detalles locales para construir 
                      imágenes globales coherentes. A su vez, todos ellos, 
                      y muchos más, nos permiten a los profesores de Matemáticas 
                      encender de vez en cuando en el aula o la sala de conferencias 
                      un interruptor que lleve luz, y con ella la posibilidad 
                      de ver las matemáticas contemporáneas, a nuestros 
                      alumnos. Capi 
                      Corrales
                      
 
 
  (1)L. Henderson: The Fourth 
                      Dimension and Non-Euclidean Geometry in Modern Art. Princeton 
                      University Press, 1983.(2)L. Henderson: Duchamp 
                      in Context: Science and Technology in the Large Glass and 
                      Related Works. Princeton University Press, 1988.
 (3)C. Lévi-Strauss: 
                      Myth and Meaning. University of Toronto Press, 1978.
 (4)H. Poincaré: Ciencia 
                      y método, 1908. Edición en castellano 
                      de Espasa Calpe (Colección Austral), Buenos Aires, 
                      1944.
 (5)G. Pólya: "Über 
                      die Analogie der Krystallsymmetrie der Ebene" ("Sobre 
                      la analogía de la simetría cristalina en el 
                      plano"), en Zeitshrift für Kristallographie 
                      (Revista de Cristalografía), 1924.
 (6)R. Roland Shearer: "Did 
                      Poincaré Point the Way to Twentieth Century Art?", 
                      en The Sciences, marzo-abril de 1997.
 (7)A. Weil, A.: The Apprenticeship 
                      of a Mathematician. Birkhäuser, 1992.
 (8)A. Weil, A.: "Sur l'ètude 
                      algébrique de certain types de lois de mariage" 
                      ("Sobre el estudio algebraico de ciertos tipos de reglas 
                      de matrimonios"), en uvres Scientifiques/Collected 
                      Papers. Springer-Verlag, 1980
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